COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
  MASONES QUE CAMBIARON LA HISTORIA
 
Reseña Bibliográfica (22)                                      julio/2010
 
Armando Castillo Romero
 
Vidal, Gustavo. Masones que cambiaron la historia: 18 semblanzas masónicas. España, EDAF, 2007. 299 p.: il. Biografía-Historia.  
 
 
 
 
“En la adversidad, sobre todo, es en donde conocemos todos nuestros recursos, para hacer uso de ellos”
-Quinto Horacio
             
 
            “Perseguida por la mayoría de las dictaduras, apreciada por las democracias, alabada y admirada por las mentes libre-pensadoras, difamada por fanáticos y sectarios, la Masonería se define como una asociación universal que se propone el mejoramiento personal a través del método filosófico e iniciático para perfeccionar la sociedad.
            Tal vez por ello, son muchos los masones que a lo largo de los siglos han ejercido una enorme influencia en el devenir de la historia de la humanidad”.
            Leer un libro sobre Masonería y masones escrito por un masón confeso de la Gran Logia de España es una doble satisfacción para aquellos que estamos interesados en estos temas.
            Tanto por su interés profano como por su afiliación masónica, Gustavo Vidal nos acerca al mundo de la Orden masónica con conocimiento de causa.
            En Masones que cambiaron la historia: 18 semblanzas masónicas, GV, pasa lista de las virtudes, vicisitudes y obstáculos que tuvieron que vencer 18 seres humanos que tenían en común haber formado parte de la Institución Iniciática por antonomasia.
            Habiendo millones de masones en la faz de la tierra, GV destaca a 18 de ellos, quienes poseían cualidades que hicieron que personas comunes llevaran a cabo (muchas veces sin proponérselo) iniciativas poco comunes. Todos los reseñados, de manera directa o indirecta, reconocen la influencia de la Orden masónica en su formación como seres humanos.
           
 
            Clara Campoamor, Benito Juárez, Henri Dunant, Albert Schweitzer, Antonio Machado, Alexander Fleming, Winston Churchill, entre otros, forman parte de esta pléyade de seres humanos que demostraron, sobre todo, un carácter extraordinario frente a las circunstancias que les toco vivir, y las más de las veces, les toco destruir y volver a construir.
            Con un lenguaje accesible,a pesar de que por momentos hace alusión a alegorías propias de la Masonería, sin que esto revele secreto alguno, GV nos dice que la afiliación de personas tan dispares en la Institución masónica se debe, desde sus orígenes, a dos causas:              

1) Su ideario reivindicador, propio de la Masonería especulativa, de libertad-igualdad-fraternidad, libre-pensamiento y tolerancia, en una época donde predominaba tanto el fanatismo religioso como el absolutismo político;

2) el Método masónico, entendido éste como un proceso de interiorización, de auto-conciencia de él y sus preocupaciones cotidianas que se someten a un examen de libre discusión en un marco de discrecionalidad, pluralidad y fraternidad.
            Es dentro de logia (lugar físico en que se reúnen los masones) donde el masón práctica el libre albedrío y donde, también, puede descubrir, unas veces por sí mismo, otras, a través de la sinergía de grupo, que las opiniones propias pueden resultar falsas, mientras las ajenas, pueden resultar ciertas; promoviendo en este re-juego fraternal, la tolerancia y la apertura de la propia cosmovisión. 
 
            Con este ejercicio ético-racional, el masón, en la práctica cotidiana tanto dentro de logia como fuera de ella (y no solo por medio de lecturas) lleva a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje de una personalidad en construcción que le permitirá rechazar cualquier dogma no importando la procedencia de éste.
            GV nos recuerda una clásica definición de lo que se entiende por Masonería: “Es un sistema de moral ilustrado por alegorías y enseñado por símbolos”.
            Para GV, como para muchos masones que conozco, el masón debe de tender a la mejora personal en todos los planos de lo humano, haciendo énfasis, en el aspecto moral.
            El afán de mejora, si bien en primera instancia es de índole individual, este afán individual (no individualista) no es ajeno al afán de mejora de la comunidad y de ésta hacia la sociedad. Por lo anterior, les he escuchado decir a ciertos masones lo siguiente: “Tan bueno es llevar lo mejor del mundo profano a masonería como llevar lo mejor de la masonería al mundo profano”.
            Bajo el método en mención, muchas personas, celebres o no, se han ceñido el mandil característico del masón, con plena conciencia.
            Algunos de estos masones fueron:
 
            Antonio Machado (1875-1939). Poeta español. Iniciado en la logia Mantuana de Madrid.
         
Antonio Machado, su mente, su ser, fue germinando entre ideas liberales, frescas, vivas que emanaban de sus maestros y amigos, quienes en su mayoría pertenecían a la Masonería.
            Llegada a Madrid la familia Machado, entra en contacto con Francisco Giner de los Ríos, Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, quienes promovieron y abrieron la Institución Libre de Enseñanza, lugar donde se insistía en el diálogo y la amistad entre alumnos y docentes; contrario al autoritarismo cuartelero vigente en la época.
            “Anclada España en el machismo, la Institución brindaba una educación mixta donde chicos y chicas visitaban museos, fábricas y gabinetes científicos. La institución constituía un fermento de renovación cultural, social y política”.
            Fue en esta institución donde Antonio Machado dio sus primeros pasos de juventud en busca de su camino personal.
            Con el tiempo Machado, un alma sensible, demostraría su notoria incapacidad para ser funcionario público.   
            Sus problemas prácticos, de subsistencia diaria, los resuelve publicando en diversas publicaciones de la época, toda vez que nuestro bohemio personaje continúa realizando ejercicios de introspección, de búsqueda interior, que plasma en sus versos.
            Si bien esta introspección poética no le ayuda a vivir con holgura (cosa que no le interesa), nos permite descubrir con asombro su comunión casi mística con la naturaleza.
            Pero Antonio Machado, verso a verso, golpe a golpe, no es un poeta ajeno a la realidad, ya que su poesía también tiene una orientación política donde toma partido por las causas libertarias.     
  
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra…
son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra

            Por una parte notará el lector, la mala gente, los pedantes que se separan del pueblo y apestan la tierra. Enfrente, las buenas gentes, las personas sencillas. 
            Antonio Machado(como muchos masones) era un solitario que amaba a la comunidad. Si bien no era ajeno a las alegrías de la vida, que sí las tiene, su esfuerzo en la búsqueda de lo absoluto, de la compañía recíproca, sus referencias a la soledad, eran una constante en su vida cotidiana.
            La soledad, nos dice GV, es paradójicamente, la compañera del poeta.
            Los recuerdos y los esfuerzos de Machado son, sobre todo, sentimientos de solitario. Reflexiones de un hombre que ahonda en su interior.
            Un hombre solitario que no por ello deja de asistir a su logia donde convive con Hermanos de causa común.
            La Primera Guerra Mundial desata bajas pasiones en todo el mundo, y España no es la excepción. La alta burguesía, la Iglesia y la nobleza se inclinan abiertamente a los alemanes.
            Bajo esta atmosfera nos dice GV: “La lectura, el estudio y la meditación llenan las horas del poeta en medio de una soledad que le amarga. Dos fallecimientos contribuirán a ahondar más su desolación. Francisco Giner de los Ríos y Rubén Darío.
            Dos amigos.
            Dos Compañeros en el camino.
            Dos hermanos masones”.
            En un ambiente del todo adverso, España atada por la férula caciquil, la injusticia social y la influencia de un catolicismo supersticioso, era victima de su propia ceguera.   
            “La libertad religiosa y de enseñanza, la profusión de escuelas públicas, laicas y libres, los intentos de igualdad… todo colisionaba contra las sotanas, los espadones militares y los brillantes tricornios charolados de la Guardia Civil’. La iglesia católica se opone a la idea de una España avanzada, laica, abierta de mente”.
            El fascismo se asoma a lo lejos. Machado no duda en firmar cualquier manifiesto antifacista que le presenten.
            Por su oposición abierta a la derecha española, Machado estaba en la mira de ésta.
            El 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil española.
            Solo el exilio puede salvar a Machado (y a otros como él) del pelotón de fusilamiento.
            La frontera francesa dista solo a 25 kilómetros, pero alcanzarla será un suplicio. Miles de españoles arrastran sus pies entre la huida, el dolor y la derrota.
            Tras llegar a Colliure, el poeta cae rendido en su cama del hotel Bougnol-Quintana donde falleció el 22 de febrero de 1939.
            De los masones que socorrieron a Machado en el exilio no queda rastro.
 
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* *
 
            Henry Dunant (1828-1909). Fundador de la Cruz Roja. Premio Nobel de la Paz. Iniciado en la logia Concorde de Ginebra.  
            Hijo de una familia privilegiada, Dunant, era llevado por su madre a visitar a los necesitados. En aquellas visitas a los pobres y enfermos, Henry palpó la aspereza del sufrimiento. Especialmente penosas les resultaban las visitas a los huérfanos de la finca La Monnaine. Poseía una sensibilidad extrema.
            Escribe GV: “El muchacho sabía que, al final de aquellos encuentros, él regresaría a su opulencia mientras los niños de orfanato y uniforme chapotearían en la soledad y penuria. Comprendía que la “caridad cristiana” era tan solo un parche para mitigar malas conciencias y perpetuar la injusticia.
            Con los años, fue germinando en Dunant el sentido de lo universal. Sentimiento que lo conduciría al seno de la logia”.
            En un ambiente donde la religión calvinista dominaba todos los aspectos de la vida (hasta la opresión), los niños crecían sin adolescencia y pasaban, sin transición, a la etapa adulta. Nuestro personaje compensaba esta vida desquiciada con una fantasía desbordante, que años más tarde, lo llevaría de la gloria al olvido.
            Mientras Henry Dunant se hacia adulto, emprendió con otros socios una empresa misma que fracasaría por diversas circunstancias, lo que lo llevo a buscar el apoyo de Napoleón III. Durante la búsqueda del Emperador, Dunant se encontró con su destino…
            En medio de batallas campales, el sensible Dunant, se topo con carros atestados de heridos siembra de gemidos y bañados en sangre.   
            En el ambiente militar, los heridos eran catalogados, solo carne vencida, nada de que preocuparse.
            Sin empresa, y sin ayuda de amigos influyentes, Henry Dunant continúa su indagación sobre el paradero del Emperador, entre colinas y bosques inéditos para él, se va acercando a Solferino (Italia) donde encontró al anochecer miles de heridos abandonados a su suerte.
            Sin pensarlo mucho, y a la voz de: Tutti fratelli (todos somos hermanos) emprendió de manera improvisada, el auxilio de los heridos sin distinción de nacionalidad, raza o uniforme.
            Entre problemas cotidianos en los que se encuentran sus problemas empresariales y el socorro a los heridos, Dunant avizora que es necesaria una sociedad que se ocupe del asunto a nivel mundial.
            Emprende una cruzada para lograr su objetivo que acaba por ser extenuante. Regresa a Ginebra.
            Entre tanto, poco a poco se va conociendo su esfuerzo realizado en Solferino, se le reconocen sus méritos con diversas condecoraciones y reconocimientos; mismos que jamás mencionará en sus memorias… El masón trabaja para lo ignorado
            GV nos dice: Durante un año, pasa horas reclinado sobre las hojas y la tinta. El libro Recuerdos de Solferino va tomando cuerpo. Su idea de organización universal, en consonancia con el espíritu masónico. Una gran organización que combata los horrores de la guerra por encima de razas, nacionalidades, dogmas y religiones”.
            Con el tiempo, la idea de una sociedad de ayuda a los heridos de guerra había germinado en Europa.
            Del 26 al 29 de octubre de 1863 se celebra la primera Convención. Allí se sentarán las bases para redactar los diez puntos constituyentes de la Carta de la Cruz Roja Internacional.
            “Cuando los trabajos estaban a punto de concluir, el doctor Basting pidió la palabra: ‘Solicito que se haga constar en el acta de las sesiones que toda esta magna labor humanitaria se debe exclusivamente a la abnegación de un hombre excepcional… Henry Dunant’.
            Al momento estalló una ovación. Cuando los ecos de los últimos aplausos se apagaban, Dunant intentó hablar. Fue en vano. La emoción ahogaba las palabras”. 
            Pero la gloria se convirtió en infierno.
            En el rancio ambiente del calvinismo pesaba más el oro que la caridad, y Dunant tenía cuentas por aclarar debido a la quiebra de su empresa muchos años antes.  
            De manera paralela a su trabajo en la naciente Cruz Roja Internacional, Dunant en el verano de 1871, crea la Alianza del Orden y la Civilización. Esta pretende, nos hace saber GV, la armonía entre los hombres, la reforma del derecho de gentes, la protección a los prisioneros de guerra, el arbitraje diplomático para evitar los conflictos bélicos, las acciones a favor de las clases más desfavorecidas y la creación de una moral laica común.
            Sin duda una institución genuinamente masónica.
            Enfermo y agotado, el creador de las Cruz Roja Internacional, vagara durante diez años por Europa.
            En el olvido total…
            Hasta que un periodista, por casualidad, se encontró con él y le dijo al mundo su nuevo paradero. Todos querían de regreso a Dunant, menos Ginebra.
            Henry Dunant volvió a la fama. Tras gestiones de la baronesa Von Suttner consigue que Alfred Nobel se adhiera al pacifismo y cree un premio especial, el premio Nobel de la Paz. Sin embargo, otro benefactor parecía también merecer el premio Nobel de la Paz: Frederic Passy (Político y economista francés. Consagró su vida al ideal pacifista).
            “En 1901 el Parlamento noruego no dudó al otorgar el primer Nobel de la Paz a ambos filántropos. Lo que no sabían los parlamentarios era que ambos bienhechores se conocían desde largo tiempo.
            Ambos se habían tratado estrechamente en París cuarenta años antes.
            Y ambos eran masones”.
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            Albert Schweitzer (1952-1965). Premio Nobel de la Paz en 1952. Médico, teólogo, filósofo, músico y pastor protestante. Iniciado en la logia de Alsacia.
            En una breve síntesis nos dice Gustavo Vidal: Albert Schweitzer fue teólogo, filósofo, pastor evangélico, masón y el mejor intérprete de J.S. Bach. Curso medicina, cuando ya era un artista consagrado y famoso, para entregarse a la asistencia de africanos olvidados y enfermos. Sacrificó su carrera de célebre músico para fundar un hospital en plena selva. Allí pasó el resto de su vida.
            Quienes afirman que Masonería y Cristianismo son incompatibles no conocen el ejemplo de Albert Schweitzer e ignoran lo que es la masonería.
            Y el cristianismo auténtico.
            “Cuando Europa despide el siglo XIX, muchos creen que se sentará en la cátedra de Filosofía de la Universidad de Estrasburgo. Mientras, de viaje por Berlín, comienza a intuir uno de los cánceres de la humanidad, los nacionalismos excluyentes. Decide escribir sobre esta lacra y, tras recorrer las entrañas de la imprenta, Nosotros, los epígonos se convierte en un éxito. ‘El amor a la patria no debe basarse en la exclusión ni desprecio a los diferentes’, concluye la obra”.  
            La Iglesia de entonces --¿sólo de entonces?-- deseaba hablar de los mandamientos, los pecados, la ley y el orden de una manera abstracta, sin un lenguaje que dejara ver la injusticia social y la desigualdad existente.
            Más temprano que tarde, las inquietudes del pastor protestante y masón Schweitzer ofendieron a la jerarquía evangélica, que no quería escuchar algo que, de verdad, revuelva sus conciencias o cuestionara sus cebadas barrigas.
            El pastor protestante y masón Schweitzer era un terremoto en la apolillada Iglesia.
            Finalmente decidió llevar a la práctica su filosofía de vida. Se convertiría en médico y se marchara a África a predicar y a curar gente.
            En África levanta una clínica, subsidiada en su mayoría por él, a través de las regalías de sus conciertos, conferencias y donativos. 
 
            La titánica tarea de mantener una clínica en medio de la selva africana lo motiva y lo agota física y mentalmente. Escribe en este ambiente: El respeto profundo por la vida. Ahí sostiene que solo puede ser moral la persona que respeta la vida ajena, el fluido vital del ser humano, las plantas, los animales.
            Tiene que ir y venir a África, pues tiene que ganar dinero para sostener la clínica.
            Con el tiempo se convierte en una referencia moral inevitable.
            Todos, pero especialmente los jóvenes, al escucharlo creen que no todo está perdido entre los hombres.
            Albert Schweitzer se ha convertido en un sacudidor de conciencias. Su congruencia es admirada y respetada. Su mensaje es de solidaridad y respeto entre los seres humanos.
            En 1913 se le fue concedido el Premio Nobel de la Paz, mismo que recogió un año  después. En una respetuosa misiva explicó la urgencia en arreglar el espacio donde los leprosos se instalaban, lo que le impedía viajar a Noruega a recibirlo personalmente. 
 
            Cumplida la promesa de ir a Noruega regreso de inmediato a Lamberene, localidad de Gabón, en África central, a continuar con sus actividades en la clínica por él fundada y mantenida.
Murió en África y ahí fue enterrado.

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Los masones aquí narrados, como otros no tan famosos, pero que también han construido silenciosamente bajo el manto del cielo, han recibido reconocimientos ocultos de la humanidad que les recuerda a la distancia.
            Tanto los masones de este libro como aquellos que a diario trabajan para lo ignorado, han triunfado sin sembrar injusticias (como el “triunfador” obcecado por el éxito “al precio que sea”).
            El mayor mérito de los masones aquí narrados es que se atrevieron a materializar una utopía, incluso, a consta de su propia tranquilidad. Es cuanto.▲
 
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