COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
Cuando caminaba por obscuros senderos, sintiendo el
Ominoso frío de lo ignoto, llevado por el brazo de
La ignorancia y la desesperación,
Un rayo de luz llegó a mi vida, cual ígneo diamante,
Matiz sin igual, conocí la dicha de esta augusta Institución,
Nada más pedía yo, nada más quería yo, que trabajar
Al lado de quienes comparto la ambrosía infinita de
Saborear palabra por palabra, oración tras oración.
De la caridad y brillo que el GADUnos brinda
En cada sesión y en todo momento;
Lo sé, gracias a esto, ahora soy cada vez más
Templado, pleno, me siento
Escultor de mí sino, sin pecar de ufano,
Robusto e hidalgo;
Caminando palmo a palmo con mis hermanos, creciendo junto con
Ellos, siempre de la mano, siempre unidos gritando: SALUD, FUERZA Y UNIÓN,
Ruego a Dios, que nos ilumine, y que vivamos reunidos eternamente, hasta allí, en el Eterno Oriente.
Más sin embargo, no sólo este pantagruélico sentimiento
Invade mis entrañas, pues con esta valerosa hornada
Los límites y los miedos desaparecen, lo terrestre y lo ultramundano
Endilgan nuestros particulares sueños y los une en uno solo, en el de
Nuestra fraternidad, en el de querer un mundo mejor, un mundo
Impecable y maravilloso, en donde se pudiera llegar a disfrutar, como un
Obsequio diario, la majestuosidad de la Luz, como lo concebimos en este excelso taller.
MARCO RIVERA