“Los cadetes presentaron armas y respondieron como una sola voz ¡Viva el presidente de la república! ¡Viva Madero! Iniciaron la marcha dentro del domingo luminoso, acompasando el ritmo de sus pasos en la tierra húmeda del bosque, orgullosos de llevarte al frente con tu sonrisa franca, plena de confianza…”

Relevantes son desde luego, otros aspectos de la vida de nuestro hermano Francisco como sus gustos personales, las prácticas esotéricas y la predilección por la literatura mística, experiencias que, describe el libro, no garantizan ser hechos reales, pero guardan cierta similitud con lo que pudo ser y llenan de esa forma por parte de su autor espacios vacíos… pero pueden ser fidedignos, ya que al final apreciamos una basta bibliografía utilizada por el escritor Solares.

En esta narrativa también apreciamos a Don Francisco I. Madero más allá del mártir de la Revolución Mexicana: se atestigua a un hombre inseguro, tratando de complacer y quedar bien con las personas que fueron menos cercanas a él y al movimiento de la Revolución, quienes, finalmente, acabaron traicionándolo. Lo podemos también apreciar en su condición de ser humano con muchas contradicciones y errores.
 

Sus sesiones espirituales son hechos relevantes para el desarrollo de este libro por demás recomendable, ya que Madero a partir del constante contacto que tenía con su hermano menor fallecido (Raúl),trataba de llevar a cabo al pie de la letra lo que le aconsejaba, incluso se destaca que éste lo alentó a llevar a cabo acciones que desembocaron en la Revolución Mexicana.