COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
  EL CARTERO DE NERUDA
 
 
EL CARTERO DE NERUDA
Por: Ricardo Gutiérrez Chávez

Prólogo
 
Hace doce años en la Ciudad de México, la editorial “Plaza & Janes” organizó en el Claustro de Sor Juana la presentación del libro “La boda del poeta”; acudí al evento para tomar fotografías del autor y así conseguir que me comprara el material gráfico.
         Al llegar al lugar me dirigí a la mesa que sirve para registrar a los periodistas que cubren la fuente cultural, me inscribí en la lista con la intención de recibir a cambio un ejemplar del libro presentado; me entregaron un kit de prensa con el libro como objeto principal.
         Comenzó el evento, dejé encargado el libro, mi maleta, mi chamarra, y desde el primer piso del hermoso edificio colonial tomé la primer fotografía hacia el patio donde la gente ocupaba ya las sillas que dispusieron frente a la mesa principal; bajé y entre el público me acerqué a donde se encontraba el autor hablando sobre su obra; casi calvo, con un prominente bigote que se ajustaba a la redondez de su cara decorada además con una sonrisa franca y fresca, lo escuché mientras capturaba sus expresiones con mi cámara Canon AE1.
         Al finalizar el acto tuve que esperar a que terminara la enorme fila que se formó ante el escritor quien atendía con mucha amabilidad las peticiones de autógrafos que le solicitaban sus futuros lectores. Tardó mucho, recuerdo que mientras veía la interminable procesión pensé en lo difícil que debía ser transmitir, en las palabras adecuadas, una dedicatoria que realmente satisficiera el deseo y la expectativa de sus fans. A mí solo me importaba una cosa, mi interés solo consistía en acordar los detalles de la transacción comercial donde las fotos serian transformadas en dinero; al tocar mi turno el escritor extendió la mano para que yo le entregara el libro que sin duda me dedicaría. –No, muchas gracias, -le dije impaciente- solo le quiero preguntar ¿a donde le llevo las fotos que tomé?
         Ahora, trece años después, me fue encomendado por el Profesor Mauricio Porras escribir sobre la película “Il postino”[1] basada en la novela “Ardiente paciencia” del escritor chileno Antonio Skármeta, el mismo a quien en una tarde de 1999, le tomé fotografías y le desprecie un autógrafo.
         El recuerdo de mi primer encuentro con el escritor, surgió al leer su obra “Ardiente paciencia” que después seria conocida como “El cartero de Neruda”, donde el personaje principal comenzó su relación con el poeta Pablo Neruda cuando le pidió un autógrafo. Mario, el cartero, consiguió la dedicatoria del poeta, y aún más…
         Decidí leer el libro antes de ver la película y en el prólogo me enteré que Antonio Skármeta cuando conoció a Pablo Neruda solo le interesaba conseguir del poeta, que le prologara una novela inconclusa, que con las palabras del vate seguramente ninguna editorial se negaría a publicar. Con el pretexto de cubrir un artículo sobre los amoríos de Neruda, Skármeta se instaló en Isla Negra para contactar al poeta. El encuentro no fue muy productivo, Neruda al conocer la pretensión de Skármeta, en relación al prólogo de un libro que no existía, le contestó: “con todo gusto, cuando lo escriba”.
         Antes de la película “Il postino”,  el propio Skármeta dirigió la primera versión cinematográfica de su novela con el mismo título “Ardiente Paciencia” la cual se desarrolla en Isla negra[3], donde hoy en día se puede visitar la casa que habitó el poeta y la tumba que guarda sus restos.
         He escrito el presente trabajo, a mano, tal como me lo pidió el Profesor Porras, y he utilizado tinta verde tal como Pablo Neruda escribió sus manuscritos; lo hago no para copiar al poeta sino como homenaje al luchador social que declinó su candidatura presidencial a favor de Salvador Allende y que con su obra ha inspirado a los amantes de la belleza y la justicia, tal como lo hizo con Antonio Skármeta.
Mario consigue trabajo
 
A Mario no le gusta pescar, lo cual no tendría relevancia a no ser porque en la Isla, la principal fuente de ingresos es la pesca. Con una educación precaria que le permite apenas leer y escribir, Mario sueña que vive  amores audaces con las mujeres que ve en el noticiario que proyectan en el cine del pueblo.
         El padre de Mario es pescador y ha dejado de creer que los constantes refriados que sufre su hijo son producto de la vulnerabilidad a la humedad de la barca, es por eso y por la carencia de dinero que lo presiona para que consiga trabajo.  
         Los anhelos de trascendencia de Mario se vuelcan en la ilusión de conquistar mujeres y de hacer algo, cualquier cosa, que lo aleje de los reclamos de su padre y de la barca pesquera. El cine se ha convertido en la ventana donde observa el mundo al que aspira, y es ahí en uno de los noticiarios donde descubre a Pablo Neruda. En el documental filmado en la Isla, Mario ve escenas del poeta siendo abrazado con admiración por las mujeres que lo rodean mientras escucha al locutor: “…las mujeres se vuelven locas con su poesía, quizás porque Neruda escribe poemas de amor…”[4], un parroquiano se identifica en el film y emocionado brinca de su butaca gritando “¡soy yo!”.[5]    
         En esta escena identificamos la idea lacaniana donde el sujeto se identifica a si mismo mirando su imagen en un espejo, en este caso en la película proyectada. El sujeto descubre su identidad y la hace propia a través del lenguaje en el enunciado: soy yo. El registro de lo imaginario representa los pensamientos en imágenes, Lacan plantea que es por esta dimensión que identificamos nuestro “yo” por medio de la imagen mental que nos provoca la existencia del “Otro”.[6]
        
        El análisis del discurso permite entender la lengua no solo como un sistema de signos, sino como la relación del ser humano con el mundo social. Según Benveniste, el hombre se constituye en sujeto por medio y a causa del lenguaje, en el cual logra fundar el concepto del “ego” reconociéndose a sí mismo como el “yo” de sus enunciados.
         Mario cuenta con una flamante bicicleta marca Legnano que le sirve de vehículo para ir al cine, cuando la economía se lo permite; armado con esta poderosa herramienta y con el orgullo de no ser analfabeta, como la mayoría de sus vecinos, Mario acude a la oficina de correos a solicitar el puesto de cartero. El funcionario le explica a Mario que su trabajo consistirá en atender a un solo cliente: al poeta Pablo Neruda, de quien muestra admiración, más por su ideología comunista que por sus logros literarios.
            El funcionario: -“…soy tu supervisor y me llamaras “señor”. Pero no te obligaré porque también soy comunista…”[7]
         Freud sostiene que la tensión entre el individuo y la cultura, genera el “yo”; la cultura en este caso designa al sujeto y le otorga una identidad por medio de la relación social. El funcionario se identifica en este enunciado como: supervisor, señor y comunista. La relación de determinación entre el enunciado y el sujeto, constituye la característica que hace distinto al enunciado de cualquier otra serie de elementos lingüísticos. Esta característica permite que en el enunciado un mismo individuo ocupe diferentes posiciones y tome el papel de diferentes sujetos.
 
Mario y el autógrafo de Neruda
 
Mario ensayó ante un espejo, la forma como habría de abordar al poeta para solicitarle un autógrafo en alguna de las primeras páginas de las “Odas Elementales”, que había adquirido con la intención de obtener del vate la firma que usaría para presumir a las mujeres su familiaridad con Neruda.  Con estratégica planeación aprovechó la entrega de la correspondencia y se decidió a pedirle la ansiada dedicatoria, en el momento en que el poeta contemplaba el horizonte mientras pelaba una cebolla. - “Póngame la millonaria maestro” – dijo Mario obteniendo solo las palabras “cordialmente Pablo Neruda”. El cartero se decepcionó porque su nombre no apareció en la inscripción.
         El nombre de Mario escrito en un papel le proporcionaría identidad al cartero; en su afán por encontrarse a si mismo -primero por la necesidad de trascendencia y después por la de pertenencia al ámbito social-  Mario consideró que por medio de su nombre escrito por el famoso poeta, el propio ser lograría existencia social.
         Sin la palabra escrita “Mario” el significado no existe. Es decir, él mismo no se identifica como algo existente. Las cosas nombradas adquieren identidad, la palabra al nombrar a la cosa le otorga existencia. La cosa es por la palabra y sin la palabra ninguna cosa es; esta idea la concibe Heidegger a partir del poema titulado “La Palabra” de Stefan George escrito en 1919, el cual en sentido imperativo en su último verso dice: “Ninguna cosa sea donde falte la palabra”.
 
Mario desarrolla la inteligencia lingüística
 
De tanto esperar el momento adecuado, para no asesinar la inspiración del poeta con la trivial solicitud de autógrafo, Mario terminó por leer el libro de Neruda. De esta forma el cartero se introdujo en el ámbito literario, desarrollando la inteligencia lingüística.
El lenguaje es un sistema de comunicación; el ser humano posee las facultades físicas y mentales para desarrollar este sistema. Sin embargo, la posesión de esta capacidad no es suficiente para comunicarse, se requiere además de las condiciones sociales que permiten al ser humano proveerse de la información que por imitación le servirá de estructura al sistema del lenguaje.
El desarrollo de la facultad lingüística depende de la socialización del individuo y evoluciona en la medida en que adquiere más recursos para acrecentar su capacidad de comunicación. “El empleo de los recursos constructivos del idioma distingue socialmente al individuo, tanto como la correcta pronunciación y el eficaz adiestramiento en el vocabulario”.[9]
Mario experimentó en sus sentimientos la necesidad de pasar más tiempo con el poeta; compartirle la nueva experiencia que desplazaba su original y superflua intención de conocer mujeres por la de conocer la esencia de las palabras.
“-¿Qué te pasa?
-¿Don Pablo?
-Te quedas ahí parado como un poste.
Mario torció el cuello y buscó los ojos del poeta desde abajo:
 -¿Clavado como una lanza?
-No, quieto como torre de ajedrez.
-¿Más tranquilo que gato de porcelana?
Neruda soltó la manilla del portón, y se acarició la barbilla.
-Mario Jiménez, aparte de “Odas elementales” tengo libros mucho mejores. Es indigno que me sometas a todo tipo de comparaciones y metáforas.
-¿Don Pablo?
-¡Metáforas, hombre!
-¿Qué son esas cosas?”
 
La facultad que permite a los niños aprender el lenguaje es llamada por Octave Mannoni: inteligencia lingüística. A medida que los niños hablan mejor, esta facultad deja de ser cada vez menos necesaria. Sin embargo cuando aprendemos una lengua extranjera, nos valemos de esta capacidad. La inteligencia lingüística permite estructurar de forma adecuada la sintaxis, esta facultad es desarrollada por quienes usan las palabras para fines artísticos, literarios o de persuasión.
         El aprendizaje del lenguaje se logra con la capacidad de adquirir el sentido poético de las palabras con las que los niños juegan como los poetas, esto debido a que los primeros aplican en todo su potencial la inteligencia lingüística y los segundos no la han perdido.
 
Mario y las metáforas
 
Don Pablo le explica a Mario el significado de la palabra “metáfora”:
“-¡Metáforas, hombre!
-¿Qué son esas cosas?
El poeta puso una mano sobre el hombro del muchacho.
-Para aclarártelo más o menos imprecisamente, son modos de decir una cosa comparándola con otra.
-Deme un ejemplo.
Neruda miró su reloj y suspiró.
-Bueno, cuando tú dices que el cielo está llorando. ¿Qué es lo que quieres decir?
-¡Qué fácil! Que está lloviendo, pu’.[11]
El signo lingüístico: “metáfora”, está compuesto por dos elementos llamados significante y significado.
         En el caso del dialogo entre Mario y el poeta, identificamos que la palabra escrita compuesta por 8 caracteres m-e-t-á-f-o-r-a y el sonido que captamos al leerla, es la parte del signo llamado significante; mientras que el significado es el concepto que explica Neruda al cartero.
         Ferdinand de Saussure menciona en su “Curso de Lingüística General”, que la naturaleza del signo no corresponde a una simple nomenclatura, es decir, una relación entre nombres y cosas, sino que el signo lingüístico está compuesto por una dualidad indivisible.
         Un elemento de esta dualidad es el llamado significante, al que Saussure también denomina como imagen acústica, este elemento es la expresión del signo y corresponde a la parte que es captada por los sentidos y que produce ideas o conceptos; estos conceptos son la otra parte de la dualidad, a la que el lingüista da el nombre de significado, y representa el contenido del signo.
         El significante es visible o audible, en cambio el significado es algo abstracto, juntos son, por así decirlo, las dos caras de una moneda llamada signo.
“-Bueno, eso es una metáfora.
-Y ¿por qué, si es una cosa tan fácil, se llama tan complicado?
–Porque los nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad de las cosas. Según tu teoría, una cosa chica que vuela no debiera tener un nombre tan largo como mariposa. Piensa que elefante tiene la misma cantidad de letras que mariposa y es mucho más grande y no vuela –concluyó Neruda exhausto.[12]
 Adquirir el lenguaje no es aprender palabras, esto solo es válido en las personas que ya hablan. Considerar que el lenguaje es el vocabulario es una forma de reducirlo a simple nomenclatura, como dice Octave Mannoni “…a buscar el sentido del lado de los referentes”[13]
         Aunque reducir el lenguaje a las palabras limita su naturaleza, este aspecto no deja de formar parte de él. La primera descripción que hacemos del mundo real es gracias a las nomenclaturas aprendidas.
 
Mario y la poesía
 
El cartero en su afán por expresarle al vate el reciente deseo por convertirse en poeta, le comparte lo que va descubriendo.
Mario: También me gustó cuando decía “Estoy cansado de ser hombre”. Eso me pasó a mí también pero nunca supe cómo decirlo.[14]
         El lenguaje le permite al ser humano compartir su fuero interno, pensamientos y sentimientos son expuestos logrando identificación o divergencia con las emociones y pensamientos de los demás.
         Mario encuentra en la poesía la posibilidad de expresarse.
“-Es que si fuera poeta podría decir lo que quiero.
-¿Y qué es lo que quieres decir?
-Bueno, ése es justamente el problema. Que como no soy poeta, no puedo decirlo.
         Ubicar al ser es una práctica de dilucidación. Martin Heidegger identifica el lugar del ser en el propio lenguaje; el ser tiene su casa, su morada, en el habla. El lenguaje es la casa del ser porque lo define. Allí el ser es.
         Para dilucidar el habla, es decir, para encontrar su morada, debemos recurrir a una dimensión que propone Heidegger: lo hablado. Pero para resguardar el habla, lo hablado debe ser puro y refinado. “El hablado puro del habla es el poema”[15].
         Mario también se vuelve consciente de que el lenguaje requiere no solo de emisor sino también del receptor que al ser depositario de los mensajes sus emociones y pensamientos se ven afectados.
        
Mario: ¿Por qué lo de “el olor de los barberos me hace sollozar”?
Pablo Neruda: Verás, Mario, no te lo puedo decir con palabras distintas de las que ya usé. Cuando la explicas, la poesía se vuelve banal. Mejor que cualquier explicación es experimentar las emociones que la poesía puede revelarle a un alma predispuesta a comprenderla.[16]
La literalidad significa que no puede haber dos textos absolutamente equivalentes, aunque para su comprensión se debe dar explicaciones complejas. Esto sin duda no aparece en la poesía, donde las explicaciones o interpretaciones salen sobrando para quienes logran entender el doble sentido de las palabras, que si se toman desde el punto de vista literal no tendría ningún efecto comprensible.
         El cartero escucha con atención cuando Pablo Neruda lo alecciona sobre cómo puede crear metáforas. El poeta le declama un fragmento de “Oda al mar”.
-Mira este poema: “Aquí en la Isla, el mar, y cuánto mar. Se sale de sí mismo a cada rato. Dice que sí, que no, que no. Dice que sí, en azul, en espuma, en galope. Dice que no, que no. No puede estarse quieto. Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla. Entonces con siete lenguas verdes, de siete tigres verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre”. -Hizo una pausa satisfecho-. ¿Qué te parece?
-Raro.
-“Raro”. ¡Qué crítico más severo que eres!
-No, don Pablo. Raro no lo es el poema. Raro es como yo me sentía cuando usted recitaba el poema.
-Querido Mario, a ver si te desenredas un poco, porque no puedo pasar toda la mañana disfrutando de tu charla.
-¿Cómo se lo explicara? Cuando usted decía el poema, las palabras iban de acá pa’llá.
-¡Como el mar, pues!
-Sí, pues, se movían igual que el mar.
-Eso es el ritmo.
-Y me sentí raro, porque con tanto movimiento me marié.
-Te mareaste.
-¡Claro! Yo iba como un barco temblando en sus palabras.
Los párpados del poeta se despegaron lentamente.
-“Como un barco temblando en mis palabras”.
-¡Claro!
-¿Sabes lo que has hecho, Mario?
-¿Qué?
-Una metáfora.
El fenómeno que se presenta cuando ciertas palabras transmiten parte de su significado por las características de su sonido, se le llama simbolismo fonético.
         Según el simbolismo fonético, independientemente del sentido convencional que les atribuimos en el lenguaje, los sonidos poseen significado psicológico; de ahí la importancia que señala Otto Klineberg de observar la relación entre el lenguaje y el pensamiento.
         En la película podemos ver a Mario intentando escribir poesía, claramente se ve el esfuerzo que hace por conseguir que le lleguen las palabras, para lograrlo, caminó lentamente por la orilla de la bahía, tal como se lo recomendó Neruda. En su casa,  buscó la inspiración en las paredes y el techo y  al no conseguirlo observó a su padre quien estaba ocupado comiendo directamente de la cazuela; Mario intentó solicitar su ayuda, sin embargo desistió y las palabras le quedaron atrapadas en su interior.[18]
         John Watson, fundador de la corriente psicológica del behaviorismo[19], considera que el pensamiento y el lenguaje son idénticos. “Cuando pensamos en realidad hablamos, aunque nuestras palabras no puedan ser escuchadas”[20].
 
Mario descubre a Beatriz

El lenguaje se expresa de tres formas distintas pero complementarias, la oral, la escrita y el lenguaje mímico.
El cine ha sido desde su aparición el medio donde la comunicación humana ha podido expandir las posibilidades de transmitir información por todas las formas del lenguaje. Las imágenes por sí mismas son capaces de crear y recrear emociones y pensamientos que llegan con amplitud a sus destinatarios.
El cartero encuentra por fin la anhelada inspiración en la muchacha más hermosa: Beatriz. Aunque en el texto original Antonio Skármeta describe el encuentro, he preferido usar las imágenes de la película para ejemplificar cómo es posible comunicarse sin usar las palabras.
 
Escenas de la película sin lenguaje oral[21]

El cartero entró a la hostería y parado frente a la barra revisó un sobre a contraluz, escuchó un ruido que provenía del final del salón, levantó la vista y descubrió a Beatriz. Ella, sola, jugaba en uno de los lados del futbolito; de pie, con las manos en las barras que controlaban a los muñecos azules, semejantes a jugadores de futbol.

          Al centro de la atención de Mario: Beatriz con su cabello largo y ondulado, con cejas delineadas, agresivas, arqueadas y sugestivas, la sonrisa oculta y el escote abierto desde el largo cuello hasta el centro del delgado torso que contrastaba con el volumen de su juvenil y firme busto.
Ella lo miró con desdén y siguió jugando, sola, sin contrincante, visiblemente aburrida y desafiante; Mario se acercó hacia el final de la barra atrapado con el magnetismo de la imagen que lo atrajo; la siguió observando.         
De pronto ella anotó un gol; a su dominante, altiva, fastidiada y triunfadora actitud, le acompañó una mirada hacia el cartero; con la sonrisa ausente y con gesto condescendiente invitó a Mario a ocupar el lugar del adversario; el cartero, de cuatro pasos cortos, llegó hasta el reto, tomó el control de los muñecos rojos y comenzó la contienda sin dejar de ver el rostro de Beatriz; con el mínimo esfuerzo la joven asesto un contundente remate a la portería de Mario, él la miró y notó que una cadena de oro decoraba la base del cuello de la que colgaba un pequeño dije también de oro.
Con dos anticipados y decididos golpes al canto del futbolito, Beatriz puso nuevamente la pelota en la mesa, escasos movimientos bastaron para invadir la meta del oponente. Mario trató de concentrarse pero no podía dejar de verla. Recibió otro gol más, Beatriz al no encontrar resistencia en el competidor le lanzo una mirada de reojo, de reclamo, de provocación.
El juego se reanudó y Beatriz volvió a golpear la débil defensa de Mario, ahora ella lo miraba y sin dejar de hacerlo se agachó para tomar la pelota; sus ojos en primer plano, el dije colgando y su escote como carnada, hicieron que Mario se rindiera, ya no pudo resistir y verla se convirtió en necesidad, el juego para él ya solo era un referente acústico de metales oxidados y el zumbido de los muñecos girando para golpear la pelota. Beatriz lo remató con un violento movimiento de sus manos, que al girar con fuerza a sus jugadores, clavaron la pelota y por poco hacen un hoyo en la portería de Mario.
El cartero sonrió apenado, el sudor en su cuello brillaba evidenciando la intensidad de sus emociones, metió la mano derecha al bolsillo del pantalón y sacó algunas monedas para comenzar otro juego. Las monedas se le cayeron de las manos, se agachó para recogerlas y en ese momento Beatriz tomó una pelota y se la puso en la boca. Mario al levantarse miró sorprendido como ella le acercó la cara invitándolo a liberar la pelota de los labios que la atrapaban.
Mario estiró su mano derecha para tomar la pelota pero antes de conseguirlo, Beatriz en el momento justo y con desprecio la arrojó hacia la mesa. La joven se fue hacia la barra, tomó un trapo y comenzó a limpiar un vaso. Mario rescató la pelota de la mesa de juego, la afianzó y sintió que aún guardaba la húmeda esencia de Beatriz, la protegió con su mano derecha y la robó.


Epílogo
 Aunque por cuestiones geográficas, de raza o culturales, el ser humano establece códigos de comunicación llamados idiomas, existen formas de expresión que rebasan las limitantes regionales y logran transmitir las emociones de sus emisores; la música y la poesía poseen el ritmo que logra impactar el interior de las personas sin importar el idioma en que se expresen.
El ser humano usa el lenguaje para informar, expresar emociones o dirigir acciones; el propósito de la comunicación se cumple cuando los receptores emiten respuestas; si la información que compartimos o expresamos no estimula ninguna reacción, si nos cuesta trabajo hacernos entender o decir con fidelidad lo que sentimos, se debe invariablemente al uso inadecuado del proceso lingüístico en cualquiera de sus fases. En lo anterior radica la importancia de conocer los elementos y mecanismos del lenguaje.
Gracias a los adelantos tecnológicos es posible almacenar la información emitida por las tres formas del lenguaje: la oral, la mímica y la escrita. Los sistemas electrónicos audiovisuales se sumaron a la escritura para preservar y comunicar la información que sirve a la humanidad para transmitir el conocimiento.
La obra de Skármeta interpretada por personas, nos desplaza del campo de lo imaginario a lo simbólico[22]. El texto cobra vida y gracias a la edición, la fotografía y la música, nuestra imaginación se materializa.
El amor y la amistad son preciados valores que el ser humano busca y para muchos representa el propio sentido de la vida. Enamorarse y encontrar la trascendencia en la relación con nuestros semejantes humaniza nuestra existencia; nos eleva por encima del egoísmo y es entonces que aparece nuestra identidad en la presencia de los otros.  El “Yo” solitario, enfermizo y frustrado, se transforma con el amor y la amistad en “nosotros” juntos, creativos, iguales, fraternos y libres.
Ricardo Gutiérrez Chávez
 
 

 

Benveniste, Émile. 2004. Problemas de lingüística general. 13a Edición. México : Siglo XXI, 2004. Vol. 1.
Briseño, José Manuel. 1970. El origen del lenguaje. California : Monte Avila Editores, 1970. pág. 124.
Cuadrado, Luis Alberto Hernando. 1995. Introducción a la teoria y estructura del lenguaje. España : Verbum, 1995. pág. 128.
Grajales, Héctor Pérez. 2007. Lenguajes verbales y no verbales. Bogotá : Magisterio, 2007. pág. 223.
Gutiérrez Chávez, Ricardo. 2011. El lenguaje. Facultad de ciencias políticas y sociales, UNAM. México : s.n., 2011. Control de lectura.
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—. 2011. El signo lingüístico. Facultad de ciencias políticas y sociales, UNAM. México D.F. : s.n., 2011. Control de lectura.
—. 2011. El sujeto del inconciente. Facultad de ciencias políticas, UNAM. México D.F. : s.n., 2011. Control de lectura.
—. 2011. El sujeto hablante. Facultad de ciencias políticas, UNAM. México D.F. : s.n., 2011. Control de lectura.
—. 2011. Lingüisterías. Facultad de ciencias políticas y sociales, UNAM. México D.F. : s.n., 2011. Control de lectura.
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Klineberg, Otto. 1988. Psicología social. México : Fondo de cultura económica, 1988. pág. 582.
Lévi-Strauss, Claude. 1972. Lo crudo y lo cocido. México : Fondo de Cultura Económica, 1972. pág. 395.
Mannoni, Octave. 1992. Un comienzo que no termina. [trad.] Jorge Lovisolo. España : Paidós, 1992. pág. 164.
Morales Ascencio, Helí. 1993. El sujeto del inconsciente. [ed.] UNAM/ENEP Aragón. México D.F. : s.n., 1993.
Oliveros, Luis Casteleiro. 2000. La revolución en lingüística. España : Universidad de Santiago de Compostela, 2000.
Peza, Ma. del Carmen de la. 1999. Algunas consideraciones sobre el problema del sujeto y el lenguaje. [aut. libro] Isabel Jaidar. Caleidoscopio de subjetividades. 2a Edición. México : UAM, 1999, pág. 120.
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Radford, Michael. 1994. Il Postino. [escrit.] Antonio Skármeta. [int.] Philippe Noiret, Maria Grazia Cicinotta Massimo Troisi. [prod.] Mario Cecchi Gori. Cecchi Gori Group Tiger Cinematografica, 1994.
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Skármeta, Antonio. 2000. El cartero de Neruda. 7a Edición. Barcelona : Plaza & Janes, 2000.
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[1] (Radford, Il Postino, 1994)
[3] A diferencia de “Il Postino” que tuvo lugar en Italia, en un pueblo de pescadores.
[4] (Radford, Il Postino, 1994, 06:18)
[5] (Ídem, 06:53)
[6] Ver el estudio de Lacan “El estadio del espejo como formador de la función del Yo”.
[7] (Radford, Il Postino, 1994, 10:06)
[9] Susana González Reyna. Manual de redacción e Investigación Documental, pág.16
[11] (Ídem, pág. 15)
[12] (Ídem, pág. 15)
[13] Octave Mannoni, Un comienzo que no termina, Pág. 79.
[14] (Radford, Il Postino, 1994, 23:52)
[15] Helí Morales en Sujeto del inconsciente. pág. 271
[16] (Radford, Il Postino, 1994, 24:05)
[18] (Radford, Il Postino, 1994, 28:20)
[19] Corriente basada en la conducta. Del Ingles: “behavior”, conducta.
[20] Otto Klineberg, Psicología social, Pág. 55.
[21] (Radford, Il Postino, 1994, 34:00)
[22] conforme a las teorías de Jaques Lacan
 
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