COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
  ESCLAVAS DEL PODER
 
Reseña Bibliográfica (28) noviembre/2010
 
Armando Castillo Romero
 
 Cacho, Lydia. Esclavas del Poder: Un viaje al corazón de trata sexual de mujeres y niñas en el mundo. México, Grijalbo, 2010. 318 p.: Il. Investigación-Divulgación.     






 
 
“Aceptar la injusticia no es una virtud, sino todo lo contrario”
Cleóbulo de Lindos
 
 
            Nadie que posea un mínimo de sensibilidad puede quedar indiferente ante lo presentado por la señora Lydia Cacho (LC) en: Esclavas del Poder: Un viaje al corazón de trata sexual de mujeres y niñas en el mundo.

LC pone de manifiesto su calidad de periodista-investigadora-difusora con la aparición de este libro que es una radiografía completísima de un tema tabú en la sociedad global.

            Es analizado un problema sistémico del capitalismo que deja huella permanente en las victimas de la explotación humana. LC va de lo más abstracto hasta lo más concreto… del inframundo.

            Contrario a lo que cree la mayoría de las personas, el mundo cotidiano experimenta una explotación (en crecimiento exponencial) de redes que roban, compran y esclavizan niñas y mujeres. En pocas palabras: “mujeres consumibles”.

            Como afirma categóricamente LC en la introducción del libro: “Estamos presenciando el desarrollo de una cultura de normalización del robo, desaparición, compra-venta y corrupción de niñas y adolescentes en todo el planeta, que tiene como finalidad convertirlas en objetos sexuales de alquiler y venta. Esclavizadas ante una economía de mercado deshumanizante, que se nos ha impuesto como destino manifiesto, millones de personas asumen la prostitución como un mal menor y eligen ignorar que en ella subyace la explotación, los maltratos y el gran poderío del crimen organizado en menor y mayor escala en el mundo entero”.
 
 
En el negocio de la esclavitud sexual se encuentran mafiosos, políticos, militares, empresarios, líderes religiosos, banqueros, policías, jueces, sicarios y hombres comunes, que ellos todos, conforman un círculo que el resto de la sociedad conoce, que pocos quieren abolir, y que la gran mayoría prefiere ignorar.

            Todos los involucrados se mueven por resortes de una ¿enfermiza? avaricia de enriquecimiento y la posesión de un ¿falso? poder. La cadena productiva del supra-capitalismo deja testimonio en el mercado de la esclavitud, en este caso sexual: unos crean la “necesidad”, otros fomentan el mercado, otros lo protegen, lo promueven, y otros más, renuevan la demanda de la materia prima.

            Esta industria “ilegitima” que no paga impuestos necesita negociar con los gobiernos legítimos para subsistir. El uno necesita del otro mutuamente. Armas, drogas y personas es el negocio de negocios.

            Sin embargo, el comercio sexual es, entre la venta de armamento y el comercio de drogas, el negocio más rentable del mundo actual.
           
 
 
Durante la investigación, LC nos muestra que no hay una historia de mafias en la que el sexo no esté presente. Pero se refiere a ese sexo que concibe a la mujer como un objeto de placer, donde no importa si se le compra, vende y regala, o se le secuestra, presta, viola, tortura, o inclusive, se le asesina.

            De acuerdo con códigos machistas y de “doble moral”, las mujeres son valoradas como objetos y no como personas.

            Sin duda, uno de los tantos meritos del libro de la señora y defensora de los Derechos Humanos, Lydia Cacho, es su calidad testimonial en voz de las victimas de explotación. El libro desnuda, una parte, de la mentalidad masculina respecto a las mujeres y su sexualidad. Se entrelaza un machismo tanto visible y despótico como un invisible de “buenas maneras” que se une con culturas donde la sumisión femenina aun subsiste.

            Pero el problema de la explotación sexual, laboral, en todas sus manifestaciones posibles, se agrava cuando la impunidad se une tanto con la economía de mercado como con la necesidad de subsistir. En ese ambiente el rico y poderoso se hace más rico y poderoso y el pobre se hace más pobre y susceptible de seguir siendo explotado. Ni más ni menos, no nos engañemos.

            Las víctimas tienen tantas cosas en común a nivel universal que solo pequeños detalles de su explotación la hacen diferentes. 

    
            Los testimonios son desgarradores.
Rodha, es un ejemplo de ello. Su experiencia la vivió en Japón, sus victimarios, los yakuzas (equivalente japonés del crimen organizado); ella, norteamericana de 18 años, ingenua, cristiana practicante, noble de alma y corazón. Se aventuro, después de haber tenido una experiencia previa exitosa, en Asia donde deseaba cantar y grabar un disco ¿El anzuelo? Fama, riqueza y poder. Acabó siendo un objeto (sin poder de escapatoria) de un ritual sexual. Antes de ello, la vida había sido placentera por semanas hasta que llegó la noche del 21 de abril de 1989 cuando 40 hombres la violaron de todas las formas posibles durante veinticuatro horas. Según le conto la propia Rodha a LC en el CIAM (Centro Integral de Atención a las Mujeres) que comanda la periodista en la ciudad de Cancún, México, cada uno de sus victimarios tenía sus propias perversiones y sus propias fijaciones.

Rodha finalmente pudo escapar de ese horror total, al que se sumo la insensibilidad de la policía japonesa, que al igual que la mexicana y otras del mundo, no tienen empatía por las víctimas.

LC fue testigo de los efectos del estrés postraumático que le son evidentes a Rodha. “Una víctima de una experiencia así, no escapa a los efectos y secuelas mientras entra a un proceso de sanación”. Hoy en día, Rodha se dedica a auxiliar a mujeres con experiencias semejantes.

Otro testimonio.
Una joven colombiana de 21 años que tenía una deuda de 15,000 con su tratante, quien la compro a través de una red internacional. Solo entonces, al pagar su deuda, podía comenzar a juntar dinero para regresar a casa. En el tiempo que llevaba como prostituta forzada había tenido sexo con 1,320 hombres.

Experiencias como las comentadas no solo nos deben de alertar contra una industria internacional de la mercantilización del cuerpo humano, si no contra la comercialización y explotación de ese cuerpo SIN CONCENSO de su propietaria, lo que nos lleva al tema por excelencia: la libertad de elección que es violentada por interese sin escrúpulos 

Para los ganadores de este negocio, las cuestiones relacionadas con el sexo son percibidas como una industria y no como una actividad delictiva.

Catorce capítulos, con testimonios, mapas delictivos y un lenguaje claro y conciso son pocos para “retratar” la globalización de la esclavitud sexual.  


Nada ni nadie falta en este libro. Aparecen todos los personajes de la tragedia: las voces de los tratantes, de las victimas que se convirtieron en victimaria y de las que sanaron su cuerpo y su mente y lograron transformar su vida; y las voces de los intermediarios y los clientes, las madames, los militares y los servidores públicos, honestos y corruptos, de todos los niveles y países.
 
 
Turquía, Palestina, Camboya, La Merced, Cancún (México) son rutas comerciales donde las mafias transnacionales que cooperan con las locales para hacer llegar mujeres al negocio del porno o para la explotación sexual, casi siempre, a través de la “venta” de sueños falsos.

En dichos países, la periodista LC fue testigo de que el turismo sexual es muy socorrido, toda vez que muchos extranjeros se permiten más libertades en el extranjero aprovechando su condición de legalidad y anonimato que no encuentran en sus países de origen. Así mismo, se llega a la penosa conclusión de que mientras la prostitución este regulada o avalada por (algunos) gobiernos, muchos esfuerzos por abolirla serán infructuosos… y más aún, si subsisten las llamadas cuotas de protección, lo que “obliga” a (ciertas) autoridades a hacerse las occisas.

Esclavas del Poder: Un viaje al corazón de trata sexual de mujeres y niñas en el mundo es un trabajo de campo en el que se entrevisto a autoridades civiles y militares, quienes dan testimonio del incremento de la participación de mujeres en este negocio internacional pues pasan de explotadas a explotadoras, reclutadoras y entrenadoras de mujeres y niñas que entran al negocio. 

También los funcionarios en cuestión precisan que la trata de mujeres requiere de la existencia de la prostitución lícita para que resulte más complejo distinguir cuál es cuál.

LC hace énfasis en el origen de la desgracia: “Algunas mujeres que se dedican a la prostitución en varios países del mundo llegaron a ella escapando de situaciones insoportables de violencia domestica. En una sociedad sin alternativas reales, la prostitución es un medio de subsistencia. Los tratantes lo saben y confían en la fortaleza de la maquinaria machista que mueve al mundo. Muchas niñas son vendidas por su propia madre. Debido a la edad de las niñas, este condicionamiento emocional se convierte en parte de su personalidad. Entre ellas no hay juicios morales sobre lo que han vivido”.

            Es una industria, nos dice la autora, que se maneja bajo sus propios códigos. “Si aprendes a seducir, una vez que conoces los códigos, los tratantes y los clientes las maltratan menos. Son entrenadas para ser prostituidas. Nacieron para ello, según sus tratantes. Su única manera de establecer contacto (con el mundo y la clientela) es por medio de la violencia”.

Muchas de las niñas y mujeres que son rescatadas de este ambiente entran en un proceso, por medio del trabajo de psicólogas profesionales, quienes las auxilian a desactivar el discurso (de sumisión) impuesto a tan temprana edad. Se les enseña que hay otras formas de convivencia, se les educa para conocer y valorar los afectos. Se busca en el fondo, recobrar una infancia robada. Desafortunadamente hay un alto déficit de terapeutas sexuales.

            Todo lo anterior, nos muestra que el poder del dinero es mayor que el de la ética.

            Bajo esta “lógica”, y es un ángulo que LC desea destacar, la prostitución no es erotismo ni sexualidad, como algunos quisieran creer, es violencia sexualizada y una violación de derechos humanos inequívoca.

            La violencia sexualizada es la máxima manifestación de la “virilidad” masculina. Las dimensiones del poder, la envidia, la auto-glorificación y la sexualidad violentada son su origen y su manifestación. “Virilidad”, que desgraciadamente, es practicada, fomentada y defendida por los poderosos cuyos “valores” son incorporados a las capas sociales tradicionales.

            Dentro de este jugoso negocio hay otros vericuetos iguales o más importantes para su existencia, propagación y desarrollo empresarial. Nadie mejor que LC para testimoniarlo:   “Después del cambio de divisas y de la industria petrolera, el lavado de dinero es el tercer negocio más exitoso del mundo. Se calcula que en 2009 se lavaron en el mundo 1,000 trillones de dólares, el equivalente al 6% del producto interior bruto de los Estados Unidos de América. Hay comunidades enteras y países que dependen del turismo sexual y de la trata y el sexo comercial”.

            El amable lector debe de comprender que es literalmente imposible resumir un material tan rico, polémico y aleccionador como el realizado por la Señora Lydia Cacho. Todo lo manifestado por ella es lastimoso para muchos, pero sobre todo, debe de ser un grito de alerta para todos aquellos que quieren ignorar que la existencia de la esclavitud, de la índole que sea, precisa de controles de poder, y éste, la mayoría de las veces, se ampara en una democracia simulada que no hace otra cosa que acrecentar la explotación, la injusticia y la denigración de una libertad “secuestrada” en beneficio de intereses inconfesables. Es cuanto.▲

 
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