COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
  LOS DOS ADOLFOS
 
LOS DOS ADOLFOS
los mejores presidentes de México del Siglo XX
Humberto Romero Pérez.México, Editorial Edamex, 2009. 136 p. Col. Sabiduría Política. Ilustrado. Historia contemporánea-Divulgación.




Armando Castillo Romero
 
 
  
 
“Al presidente de Estados Unidos hay que hablarle de pie. Nunca de rodillas, porque no alcanza a escuchar”
Adolfo Ruiz Cortines.
 
 
Para los que formamos parte de la Administración Pública, examinar, revalorar y aplicar en nuevos escenarios las experiencias de políticos experimentados del pasado, es una enseñanza que no se debe desairar. 
El libro “Los dos Adolfos”. Los mejores presidentes de México del Siglo XX, es un trabajo intelectual realizado por un político experimentado a través de una pluma experimentada. El Lic. Humberto Romero Pérez, dicto sus memorias al periodista Fernando Diez de Urdanivia, de larga ejecutoria, para que éste plasmara en el papel la “validez hermenéutica del conjunto” de las experiencias del autor.  
Ser secretario de prensa y secretario particular de dos titulares del Ejecutivo Federal no es poca cosa, especialmente, cuando la política se ponía al servicio de la conformación de una naciente ciudadanía.
El libro de Romero Pérez se divide en dos grandes capítulos, el primero, dedicado a don Adolfo Ruiz Cortines, el segundo, a don Adolfo López Mateos, en ambos casos, el autor nos relata su relación tanto institucional como personal con estos dos señorones de la política mexicana.  
Al final de la obra encontramos notas muy enriquecedoras de ambos apartados.
 
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ADOLFO RUIZ CORTINES
Las experiencias políticas de Romero Pérez iniciaron cuando éste aún era estudiante de Derecho, y ya desde entonces, era “victima” de la sagacidad de Ruiz Cortines.   
A través de la ejecutoria diaria “el chino” (como le decían afectuosamente a Romero Pérez) fue adquiriendo experiencia en los laberintos de la política. En su momento también fue distinguido en ser parte de los tres discípulos consentidos de Ruiz Cortines, quien le favoreció con sus “Máximas”. He aquí algunas de ellas:
1.    En política, la mano enérgica y la sonrisa suave.
2.    Para saber mandar, hay que saber obedecer.
3.    Cuando tengas el mando, ejércelo.
4.    En política no se deben decir cosas indebidas.
5.    Lo mejor en política es ser reservado.
            La observación, la discreción y la prudencia hicieron que Romero Pérez fuera avanzando en su relación tanto institucional como personal con su maestro, el presidente Ruiz Cortines.  
            Don Ruiz Cortines era un “zorro” de la política. Era un hombre de convicciones, quien se caracterizo por una honradez personal, un patriotismo sin excepción y una austeridad republicana. Era, como dirían nuestros abuelos, de una sola pieza.
            Como colofón a una relación entrañable, el licenciado Humberto Romero Pérez nos narra uno de los últimos gestos de Ruiz Cortines:
            “Tome usted un lápiz y escriba lo que le voy a dictar. Yo fui un estudiante sumamente pobre en el puerto de Veracruz. Por falta de recursos no pude irme a Xalapa a continuar mis estudios. Conservo unas cuantas monedas de oro, reunidas a lo largo de mi vida, gracias a los puestos que desempeñe. Jamás acepté una sola gratificación. Quiero dejar esos dineros para que se forme un patronato que ayude a los muchachos pobres de Veracruz para que se vayan a Xalapa, o a la ciudad que ellos elijan para seguir estudiando. Firme usted como testigo y dígale al general Nothol que haga otro tanto. Yo firmaré después”.  
            Algunos datos tanto biográficos como de las razones y las obras de don Adolfo Ruiz Cortines que nos da a conocer en su libro el licenciado Humberto Romero Pérez:
            Nació en Veracruz el 30 de diciembre de 1890.
            En 1912, se fue a probar fortuna en la Ciudad de México, donde hizo amistad con Alfredo Robles Domínguez. Participó con él en las acciones contra el usurpador, a partir de la muerte de Madero en 1913. Fue convirtiéndose en activo agente del Carrancismo en la capital del país. 
            Trabajó transitoriamente en Ferrocarriles Nacionales y muy pronto obtuvo un puesto menor en el recién creado Departamento de Estadística, donde llegó a ser director de Estadística Social. Permaneció allí catorce años y adquirió una experiencia que le serviría toda su vida.
 
 
            Fue diputado local, y posteriormente sería secretario de Gobierno de Veracruz.
            En 1944 asumió la gubernatura del estado. Como mandatario del estado estableció las Juntas de Mejoramiento Moral, Cívico y Material. Aún en funciones como gobernador, fue llamado a ocupar la Secretaria de Gobernación, donde estuvo hasta 1951, al iniciarse su campaña presidencial, que tuvo por lema “austeridad y trabajo”. Ya como presidente el lema de su gobierno fue “México al trabajo fecundo y creador”.
            Entre sus muchas obras y acciones de gobierno, destacaron en la presidencia de don Adolfo Ruiz Cortines las siguientes:
a)    El inicio de los trabajos de las plantas refinadoras de Azcapotzalco y Ciudad Pemex.
b)    En 1953, como resultado de la reforma al Art. 34 Constitucional, se otorgó a la mujer la plenitud ciudadana, dándole entrada a los comicios en que había estado siempre al margen.
c)    En ese mismo año se otorgó el aguinaldo anual que hoy se sigue entregando a los servidores públicos.
            Cuando terminó su Presidencia, don Adolfo Ruiz Cortines nunca volvió a intervenir en la política.
            Cuatro semanas antes de cumplir los 83 años, Ruiz Cortines murió en Veracruz, el 03 de diciembre de 1973.
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ADOLFO LÓPEZ MATEOS.
                        López Mateos pasó junto con Romero Pérez todos los sinsabores de una incipiente carrera pública que no hizo otra cosa que reforzar una amistad que duraría hasta la muerte del primero.   
                        Las aflicciones de un trabajo que no dura, de un discurso que no expone, o de un dinero que no alcanza, fue el denominador común de la carrera de dos jóvenes “aprendices” de político.
                        Pero la suerte cambió cuando el laborioso y eficiente López Mateos fue promovido por Isidro Fabela a ocupar una curul en el senado de la república.     
                        Posteriormente, López Mateos sería en el sexenio de Ruiz Cortines, Secretario del Trabajo y de allí sería elegido para ser candidato a la presidencia de la república.
                        Adolfo López Mateos, presidente.
                        Sin duda alguna, el sucesor es hechura, para bien o para mal, de su antecesor. López Mateos no fue la excepción con respecto a Ruiz Cortines.
                        López Mateos si bien imprimió su propia personalidad y talante a su mandato, tenía muchas cosas en común con el presidente saliente, entre ello, la rectitud, la madurez en su ejercicio y una bondad frente a todo lo humano. 
                        El mandato de López Mateos se caracterizo, entre otras cosas, por una intensa política internacional, lo que le valdría el mote de “López Paseos” por don Juan Sánchez Navarro.
                        En plena “Guerra Fría”, el mandatario mexicano supo mantener con firmeza el principio de no intervención en los asuntos internos de naciones hermanas, principalmente, Cuba.
                        Distinto de su antecesor y muy distinto de su sucesor, a don Adolfo López Mateos, le encantaban dos cosas: 1) los automóviles y 2) “las mujeres guapas”.
                        El libro del que fuera secretario particular de López Mateos también es rico en ilustraciones donde destacan jóvenes, de aquel entonces, como don Agustín Arriaga Rivera (que en un pie de foto nombraron erróneamente como “Antonio”, página 83) que posteriormente sería maestro de quien esto reseña, en una de las instituciones señeras del liberalismo mexicano.       
                        Últimos momentos.
                        Nos dice en su libro Romero Pérez:
                        “Durante los últimos tiempos de su mandato, al presidente López Mateos lo agobiaba más y más la terrible neuralgia”.
                        Don Adolfo López Mateos nació el 26 de mayo de 1910 en Atizapán de Zaragoza, estado de México.
                        Entre sus antepasados, de profunda vocación liberal, por la rama paterna destacaron sus tíos abuelos el general Jesús González Ortega y el coronel José Ma. Sánchez Román.
                        Hizo López Mateos los primeros estudios e inicio su bachillerato en el Colegio Francés, gracias a una beca otorgada por la Fundación Dondé. La precaria situación familiar lo obligó a dejar la escuela, para trabajar como mensajero y ayudante de despacho. Más tarde fue bibliotecario en el Instituto Científico y Literario de Toluca.
                        Fue senador por el estado de México, secretario general del PRI y secretario de Trabajo y Previsión Social.
                        En materia internacional el llamado Pacto de Tlatelolco fue su mayor logro.
                        Entre las acciones más importantes de su gobierno podemos mencionar:
                        La nacionalización de la Industria Eléctrica, el establecimiento del ISSSTE, el DIF, la unidad Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional, la creación de los museos Nacional de Antropología, de Arte Moderno y de Ciencias naturales, entre otros.
                        Hombre de cultura, su pasión por las universidades e institutos de la provincia mexicana lo impulsó a formar la ANUIES, que comenzó a funcionar con una reunión de todos los rectores del país en la Avenida Tasqueña.
                        Nos dice el autor:
                        “También durante su mandato, se puso en marcha el mandato constitucional que establece el reparto de utilidades para los trabajadores. Se reformó la Constitución para determinar la participación de las minorías en el Congreso, además de los diputados de Partido. La educación recibió importante impulso con el libro de texto gratuito para las escuelas primarias. Se mejoró la alimentación infantil con el incremento de los desayunos escolares”.
                        En términos económicos cabe destacar:
                        “El crecimiento de la economía fue de 6.7 anual, que vino a representar 47.8% en el sexenio”.
                        Don Adolfo López Mateos murió en la Ciudad de México el 22 de septiembre de 1969.
                        Este libro no debe de verse solo como un anecdotario, que en veces lo es, sino como un testimonio de un cercano colaborador que supo valorar en su momento, la magnitud y la entereza de carácter de dos presidentes a los que les brindo amistad, lealtad y eficiencia. Es cuanto. ▲
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            Sólo como parte de mi propio anecdotario, en cierta ocasión, el embajador Manuel Alcalá me comento, mientras conversábamos en su enorme y bella biblioteca de su casa de la colonia Anzures, que entre las muchas cualidades que le sorprendieron en su trato con el Lic. López Mateos era su extraordinaria memoria para recordar nombres, momentos y situaciones de muy antaño, peculiaridad, que sin duda, debe de poseer todo jefe de Estado.  
           
 
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