COLUMNAS DEL TERCER MILENIO
  LEONA VICARIO, LA INSURGENTA
 
Reseña Bibliográfica (20)                                         julio/2010
 
 
Armando Castillo Romero
 
Aguirre, Eugenio. Leona Vicario: la insurgente. México, Planeta. 2010. 171p.
 
"La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo."
-Montaige
 


 
            María de la Soledad Leona Vicario Fernández de San Salvador, mejor conocida como Leona Vicario murió a la edad de 53 años.

            Leona Vicario fue una mujer con personalidad y convicciones propias. Huérfana a edad temprana, forjo su sensibilidad social al ser testigo de la desafortunada situación de la que eran victimas los gobernados de la Nueva España. 

             En una pequeña novela, don Eugenio Aguirre, nos muestra algunos aspectos de la férrea y contrastante personalidad de doña Leona Vicario. Mujer de carácter fuerte pero a la vez romántica; esposa, y al mismo tiempo, madre; de mujer acaudalada a mujer infortunada. Sin duda, la vida y obra de LV es digna de re-conocerse.   
                          
            Mujer perteneciente a la clase privilegiada del virreinato, sabía que noblesse oblige. Por su preparación, por su formación ética, sabía que nobleza obliga, que los privilegios de los que (yo) disfruto me obligan a cumplir metas superiores no con los de mi clase, sino con los plebeyos.      
                 
            Por esa convicción moral, y sacrificando peculio personal, LV desde el Inicio estuvo convencida de la nobleza y justicia de la causa que abandero Miguel Hidalgo.

            Su determinación de ser un eslabón más en la lucha de emancipación fue solo el inicio de una cadena de calamidades que inició sola y acabo por compartir con su gran amor, don Andrés Quintana Roo. Ambas personalidades tenían un ideal en común: cooperar con la lucha de los insurgentes contra el yugo español.  
 
             Mujer de épocas, cortas pero que marcaron la vida de esta nación, LV estuvo presente desde el inicio hasta el final de la Independencia. Sabedora de la muerte de don Miguel Hidalgo, de don José Ma. Morelos y Pavón, de las sanguinarias venganzas realistas cometidas contra los insurgentes, de los cambios de bando de Iturbide, del derrotismo ante la adversidad, LV jamás claudicó. Y como lo hace saber Aguirre en el libro: “Fue de las poquísimas figuras que nunca se rindieron y que nunca acudieron al indulto y perdón de la corona española”.  
             
            Más temprano que tarde, LV se identifico con los criollos ilustrados, con los “letrados”, quienes se habían convencido, después de varios intentos infructuosos, que “por las buenas” las cosas no iban a cambiar, que era necesaria la insurrección armada.
            El levantamiento era inminente. Los insurgentes tomaban posiciones.
 
            A la lucha insurgente se sumarían personas de todas las naturalezas y condiciones sociales. Esclavos negros utilizados en plantaciones, aristócratas, criollos ilustrados, el campesinado, las comunidades indígenas. 

            Ya iniciada la contienda, la casa de LV de pronto se había convertido en centro de reunión para aquellos que simpatizaban con el movimiento. En su casa se confeccionaban consignas a favor de la insurgencia, se contestaba la correspondencia que iba y venía de los distintos focos insurgentes. Carlos María de Bustamante (15 años mayor que LV y Quintana Roo) y Andrés Quintana Roo, amigos de siempre, eran coparticipes de este incipiente centro de rebeldía.  

            Gracias a don Ignacio Rayón, LV se iba enterando de las victorias del movimiento emancipador.
           
            Con un cuidado escrupuloso, para no ser descubierta por la Junta de Seguridad y Buen Orden, LV, a sus 22 años, fue monitoreando el avance insurgente y sus iniciales victorias, que poco a poco escasearon hasta el primer gran descalabro, la captura y ejecución de Miguel Hidalgo. 
 
            A pesar de la cruel muerte de la embrionaria clase dirigente, Hidalgo y Allende, el movimiento no declino. En el relevo del liderazgo, surgió en el sur del país, José Ma. Morelos, quien poseía un talento natural para la guerra.

            Mientras tanto, las fuerzas realistas y sus espías, que nunca faltan, habían descubierto las actividades “subversivas” organizadas en casa de LV. Para evitar la captura, LV huyó, dejando comodidad, familia y peculio. Se escondió por algunos días en diversas casas y poblaciones, pero al final había sido traicionada, capturada y regresada a su hogar.

            Ya en manos realistas, fue enviada al Colegio de Belem, que se adaptaría como cárcel para traidoras al rey, a la patria y a la santa religión. Ya ahí, LV sufrió intimidantes interrogatorios para que diera los nombres de todos los insurgentes con los que había mantenido correspondencia. Nada obtendrían ni sus carceleros ni sus juzgadores.

            La continua adversidad en vez de vencerla, la orillaba a afirmar sus opiniones.
      
            Después de un tiempo, LV fue rescatada por un grupo de valerosos insurgentes que entraron al Colegio de Belem. La evasión de la “Insurgente Vicario” fue tema de conversación por semanas, dejando mal parados a los realistas. Se le puso precio a su cabeza.

            Prófuga e insurgentes tomaron camino hacia Oaxaca, donde se encontrarían con Andrés Quintana Roo. De nuevo a las privaciones.  

            Mientras LV se unía de nuevo con el grupo con el que se sentía identificada plenamente; Morelos continuaba haciendo historia tal como lo enfatiza Eugenio Aguirre:

            “El 14 de septiembre de 1813, por iniciativa del propio Morelos, se reunieron en la ciudad de Chilpancingo, los representantes de las regiones liberadas. La finalidad de la reunión era dotar al movimiento de Independencia de un cuerpo que tomara medidas urgentes de gobierno, asegurara la coordinación en las acciones y garantizara la unidad y permanencia del movimiento. A dicha reunión asistieron, entre otros, Andrés Quintana Roo y Carlos María de Bustamante.
            Morelos, hombre que entre sus múltiples cualidades contaba con las de la generosidad y la modestia, decidió despojarse del poder que hasta la fecha había conservado. El día 15 de septiembre lo transfirió a un Congreso, porque pensó que era necesario que la nación tuviese un cuerpo de hombres sabios y amantes de su bien.
            El Congreso de Chilpancingo, nombre con el que pasó a la posteridad, inició sus trabajos inmediatamente, siendo uno de los primeros el de resarcir a Leona Vicario por las pérdidas que había sufrido en beneficio de la causa.           
            Con una caballerosidad indiscutible, Morelos dijo a Carlos Bustamante que ‘Ya que la señorita Vicario está bajo las alas del águila mexicana, muy justo es protegerla’”.

            Entre los fragores de las batallas, en el año de 1814, don Andrés Quintana Roo y doña Leona Vicario unían sus destinos en matrimonio… No dejaban de ser seres humanos.

            “Para Leona y Andrés no hubo luna de miel, sino una persecución implacable por parte de los realistas que querían acabar, de una buena vez, con el Congreso Insurgente y enterrar para siempre el espíritu de la libertad de México”.

            Las cosas iban de mal en peor. Iturbide se había propuesto exterminar la causa a toda costa. Sin dinero y sin recurso alguno, todas las mujeres insurgentes, entre ellas LV, se las arreglaban para dar de comer a los miembros del Supremo Congreso y a su escolta.

            Fecha: 05 de noviembre de 1814. Lugar: Temálac. Evento: captura de José María Morelos y Pavón. Los miembros del Congreso huyen, entre ellos, el matrimonio Quintana-Vicario. El movimiento insurgente herido de muerte.

            “Errando por montes y serranías, viviendo a la buena de Dios, Andrés y Leona trataron de sobrevivir y de escapar de la feroz persecución de los realistas”.

            Para las autoridades virreinales solo había dos alternativas para todos los prófugos insurgentes: indulto o muerte. Muchos se acogieron al indulto.

            La pareja se escondió por meses, y ya con una hija de por medio, serían encontrados por Vicente Vargas e Ignacio Martínez, antiguos soldados insurgentes, quienes ya servían a los intereses realistas. Sin alternativa, Quintana Roo solicitó el indulto para él y para su familia.
El indulto les fue concedido con la condición de que tenían que emprender viaje a España, donde deberían pasar a disfrutar de tal gracia.

            Mientras tanto, Vicente Guerrero aquí, y los liberales en España, mantenían la llama de la libertad encendida. La situación dio un giro inesperado.

            “Siete años habían transcurrido desde que LV se evadiera de la cárcel del Colegio de Belén. Siete largos años de angustias y penalidades, envuelta en experiencias trágicas por las que puede pasar un ser humano durante una guerra. Pero había también dicha en ella, propiciada por la esperanza y el amor”.

            El giro inesperado había “iluminado” también a Iturbide, quien todo astucia, todo ambición, cambiaba de chaqueta, chaqueteaba pues, y cambiaba de bando.

            La guerra se prolongaba, y viendo que no había una distancia más corta entre él y el poder, Iturbide se declara “enemigo” acérrimo de la Corona española y convence a los insurgentes a que se adhieran con él para llegar a una paz negociada. Guerrero le sigue. Este acuerdo, sellado con el famoso “abrazo de Acatempan” da fin a la lucha entre insurgentes y realistas.

            Con el Plan de Iguala, se proclamaba la Independencia de México de la Corona española y se establecieron dos principios básicos: que la religión católica fuera la única religión oficial y que los europeos, criollos e indios se integraran en una sola nación. Las tres garantías: Religión, Independencia y Unión, quedaban así consagradas.
 
            Intuitiva o no, Iturbide nunca le lleno el ojo a Leona Vicario, quien le decía a su esposo Andrés Quintana Roo lo siguiente:
-       No me gusta ese Iturbide, Andrés. No te confíes.
-       ¿Por qué dices eso, Leona?           
-       Andrés, siento que ese hombre es un hipócrita al que no le importa más que su prestigio y su poder personal. Para mí es muy obvio que quien primero asesinó insurgentes, con una saña sin igual, y después asesinó realistas, con no menos ferocidad, no es de fiar. Ve con cuidado.

Los acontecimientos posteriores le darían la razón a Leona Vicario.

En efecto, el 21 de julio de 1822, Iturbide se hizo coronar emperador de México. Quería ejercer el poder de manera personal y despótica.

            Andrés Quintana Roo, en un inició colaboró con el Iturbide “republicano”, posteriormente tuvo diferencias con el emperador Iturbide.

            Una vez corrido del poder y mandado al exilio el empe-o-rador Iturbide, el Congreso Constituyente, decidió honrar a los héroes de la lucha de Independencia, resaltando la memoria de los muertos y recompensando a los vivos. Leona Vicario, nos dice Aguirre, indiscutiblemente la mujer más destacada entre las heroínas de la causa libertaria, se abstuvo de aceptar premio alguno. Sólo acudió al Congreso para solicitar que se le restituyera el valor de sus bienes personales sacrificados en beneficio del movimiento independentista.
 
            Ahora bien: los miembros del Soberano Congreso supieron aquilatar debidamente la moderación de la solicitud de Leona y sus excepcionales méritos, y aprobaron por unanimidad que le fueran pagados el capital y los intereses insolutos, con una finca nacional, igual en valor al importe.

            Últimos “pincelazos” de don Eugenio Aguirre:

            “Leona Vicario murió a las nueve de la noche del 21 de agosto de 1842.
            El año de 1900, los restos de Leona Vicario y de Andrés fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres del panteón de Dolores. Su lápida reza: ‘A la memoria de Leona Vicario de Quintana Roo, la mujer fuerte que consagró su fortuna y sus servicios personales a la cusa de la Independencia, asociándose después a la patriótica tarea de su ilustre esposo’.
            Años más tarde sus restos fueron trasladados a la Columna de la Independencia, donde descansan actualmente”.

Es cuanto.▲
 
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